Ellos
tienen que aprender que vivir sin guerra es posible,
dijo y yo escuchaba atentamente como una niña captando las primeras
palabras que le enseñan. Con la mirada serena retó mi atención y
cerraba el diálogo con esta frase que hasta hoy recuerdo claramente.
Era tajante su convicción de quien ha visto llover frente a si las
bombas y se ha sacudido ante la muerte de amigos, familiares, niños.
Mahmut ya pasa los 40 años y
contagia a quien lo escucha con la pasión de su inglés extrañamente
acentuado y con su posición firme contra la guerra.
Lo he conocido en la noche fría
del otoño alemán. Compartimos la misma mesa, el mismo placer por la
cerveza y por la paz.
En las presentaciones descubrimos
que nos unía la historia. El era libio, yo cubana.
Ahí se inició la conversación.
Sabes, dijo, los niños libios
ya no se asustan con las bombas. Un adultos salta cuando escucha una
detonación, los niños no. Me atrevo a pensar que están tan
acostumbrados al sonido que ya no se estremecen.
Qué triste, dije para mí,
y el pareció descubrir mi pensamiento y afirmó:
Es sumamente triste que nos
suceda esto.Y a mí se me apretó
el pecho.
La guerra, siempre lo he sabido,
causa daños irreparables. Tras ella sólo hay nada. Pero vivir y
acostumbrarse a ella es quizás la más cruel devastación que pueda
sufrir el ser humano.
Las historias de Mahmut eran
suficientes para entender, para comprender que cada día los
políticos abren heridas en nosotros que no zajan jamás, sólo por
la fútil diversión del poder.
Yo estoy llevando adelante una
empresa de confección de componentes de plástico para diferentes
equipos. Sueño con poder mostrarle a los jóvenes de mi país, de mi
ciudad que es posible vivir sin guerra, que es posible tener un
futuro y que la guerra no puede ser nunca la opción.
Yo terminé mis preguntas.
Descubrí que vivía en la tristemente famosa ciudad de Misrata y que
durante los bombardeos corre a la casa de su madre y busca refugio en
sus faldas como un niño.
Hoy, siguiendo las noticias que
nos ofrecen los medios occidentales sobre la situación en Libia temo
por los sueños de Mahmut y porque se haga crónica la extraña
costumbre de los niños libios.