lunes, 10 de septiembre de 2018

Conexión a casa

Yuni no es de muchas palabras. Nunca lo ha sido. Lo nuestro es la típica relación de primos, mientras más lejos, más nos queremos. Cuando nos vemos  siempre encontramos como salir como perros y gatos.  Pero en el fondo, y no tan profundo, él me quiere y yo lo quiero.
Desde hace unos días Yuni se abrió su cuenta en Facebook , como tomando provisiones ante  estas horas de maratón internauta que se avecinaban. Es gratis y hay que aprovechar, imagino que dijo.
Hasta que hoy, todo el día, ha intentado gastarse los Megas chateando a intervalos conmigo y cuando parecía que deistía, esta tarde- noche, me ha sorprendido con toda buena parte de mi familia reunida bajo la mata de mangos familiar (aunque mi tía diga lo contrario, qué si la mata es de ella, patatín patatán).
Despixelados, emocionados, alegres asomaban la cabeza a la pantalla del teléfono. Yo en ropa de dormir, ellos inventando la cena. Así intentamos sostener una conversación. Yo los escuchaba a ratos, ellos más tarde, a pedazos. Las preguntas de siempre, está vez menos nítidas, quizás un poco como mis respuestas. 
"No lo sé, pronto..."
Luego de 20 minutos de muévete un poco para allá, camina pá la calle, coge con la otra mano, qué se cae, el grupo se fue diluyendo. Unos cansados, otros que no entendieron.

Sólo quedó Yuni, cabizbajo, con el micro pegado a la boca; sí dime, no se oye, sentado en la escalera de la casa de mi tía, justo desde donde el atardecer y el horizonte se ven más lindos y nítidos. El sol rojizo le daba en la cara, y a pesar de los pixeles desproporcionados, yo lo veía, o lo imaginaba, no sé bien.

- Tengo sueño, le dije.

Un rato después ,

- él: Dale , otro día hablamos.

Cuándo?

No lo sé.

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