Una amiga muy cercana, al menos en espíritu, me deseó que este 2012 fuera el año de los sueños cumplidos. Yo reciproqué su pronóstico con otro similar recomendádole detener un poco su periplo nacional y concentrarse en empresas superiores. Luego de carcajadas y chistes compartidos, vía telefónica, me quedé pensando en la magnitud de ese regalo procedente de la tierra caliente.
Si se cumplieran mis sueños, me dije, terminaría, en primer lugar, la corta existencia de este blog, pues ya no tendría qué enviar desde Cuba. Así que descartando esa idea, mi mente se dispuso a crear la lista de los pro y los contra de un augurio que ya no sonaba tan bien.
Repasé por un instante todas aquellas cosas que me hacían soñar... hmmm... y fueron muchas, incluso algunas científicamente inalcansables, al menos por el momento.
Luego soñé en plural y comprendí que mis sueños se extienden hasta un lugar impreciso entre el yo y el nosotros, un lugar profundo donde lo más simple puede ser inmenso.
Desde ahí aterricé con los planes más inmediatos que ahora mismo me quitan el aliento. Esos pensamientos objetivos y materialistas que no abandonan al ser humano tampoco me dejaron esta vez.
Con tales cuentas en la mano supe que si me desprendía de ellas mi vida tomaría un sabor agridulce, para nada especial y sí muy estática.
Si se cumplieran mis sueños, ya no tendría esa ansiedad del mañana, de lo que me queda pendiente, de lo hermoso de soñar y crear
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