"Ser cultos es el único modo de ser libres".
Tendria yo unos 6 años cuando leí por primera vez esa frase y no fue en las clases ni en los matutinos. Estaba inscrita en una pequeña reproducción del archiconocido busto de José Martí que yacía entre las pertenencias heredadas por mi familia al instalarnos en la que fuera la casa de mis abuelos paternos y donde crecieron mis tios y mi papá.
Recuerdo que me quedaba horas mirando de frente a aquel Marti que por alguna razón compartía también nuestra casa y , por aquel entonces, sabiendo de las vicisitudes de los años 90, nos repetía con estoica serenidad "ser cultos es el único modo de ser libres". Con su peso portaba perfectamente los gruesos volúmenes de medicina y de literatura que recuerdo en el librero: una clara invitación al descubrimiento de nuevos saberes.
Mi hermana seguro no recuerda esa figura porque por aquellos años era una pequeña que a penas caminaba y gimoteaba.
Pero hoy una nueva actividad que compartimos me hizo recordar esa
escultura, la corta oración y mi mente estableció un extraño paralelismo
con el recuerdo y los obstáculos que sorteamos hoy ( y desde hace
muchos años) en Cuba para acceder a la información.
La internet, por ejemplo, es uno de esos asuntos pendientes.
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