- „Ésta
es la última galleta Tonito“,
- „Pero
mami, tengo hambre todavía“
- „Lo
sé mijo, lo sé, toma un poco de agua y más tarde veremos que
puedes comer.“
Tonito
mastica despacio el último pedazo de la galleta, tratando de retener
el sabor porque presiente que su madre no tiene muy claro qué y
cuándo volverán a probar algún alimento. Coge el litro de agua y
camina en dirección a la orilla. Se sienta debajo de un árbol que
parece de mangos. Mira las ramas una y otra vez en busca de los
frutos pero sólo están las ojas verdes y amarillentas. A su
alrededor están unas mujeres acostadas sobre unos abrigos, con la
ropa sucia y sudorosa. Una de ellas tiene un teléfono en la mano y
parece sollozar viendo algo en la pantalla. Tonito imagina que son
fotos.
Su
madre se ha alejado y conversa en la carretera con unos hombres, los
mismos que ayer cargaron en hombros a Tonito durante una parte del
recorrido. Los hombres gesticulan y señalan algo en dirección al
sitio donde están los guardias.
A
Tonito le gustaban sus armas. Armas de verdad, no como las del
playstation. Hoy ya no está tan seguro de que vuelva a jugar alguna
vez a tener una en sus manos. Ayer, cuando se tropezaron con la
alambrada que cierra el paso a todos los que vienen junto a él, y
luego de horas esperando alli, los guardias comenzaron a disparar.
Todo el mundo corría como locos, alejándose de los guardias que
apuntaban a la muchedumbre. Su madre lo cargó en brazos y corrió
lejos cubriendole la cabeza. Tonito se apretaba de su cuello y miraba
de frente a esos hombres, uniformados que parecían enojados y
dispuestos a matarlos con aquellas armas grandes y verdaderas.
Por
primera vez escuchaba disparos de verdad y fueron tan fuertes que
casi lo dejaron sordo. Todo se convirtió de repente en un verdadero
caos. El humo los cubría a todos. Él imaginó que estaban en la
guerra, en una de verdad, no cómo en esas que ve en las películas
de la televisión. Se preguntaba qué habían hecho de malo para que
los guardias quisieran matarlos. No entendía nada. Sólo estaba
seguro de una cosa: las armas y los guardias ya no le gustaban más.
Tonito
se tira sobre la hierba y mira al cielo, es noviembre pero la mañana
es calurosa aún. En unos días tendría su prueba de matemáticas y
luego el partido de fútbol con los niños de su aula. Se luciría
esta vez porque allí debe , estar Carla, la de 5to A. A ella le
gusta el fútbol y le gusta verme jugar, pensó. Pero algo le decía
que iba a faltar a esas y otras actividades en los próximos días.
En
la calle seguía su madre. Ahora hablaba por teléfono. Está agitada
y gesticula mucho al hablar, en uno de sus movimientos se giró hacia
Tonito y desde allá le hizo una seña con un ojo.
Tonito
sonrió.
Sabía
que mientras estuviera su madre nada malo le podría pasar.
NOTA:
Cualquier semejanza con la realidad no es pura coincidencia.
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