- Y si la idea de envejecer juntos era como otras tantas cosas de esta vida, no más que un espejismo al que nos aferramos en aquella especie de naufragio sentimental?
- No, no creo - respondió él tácitamente.
A esa hora enmudecian las gaviotas, los últimos bañistas se apresuraban a dejar sus puestos al sol y recorrían, con las bicicletas a cuestas, el estrecho camino de regreso al centro del pueblo.
Antes de que ella volviera a cargarlo de reflexiones Él se ajustó los zapatos y se incorporó, sin dar la espalda al resto de luz que iba desapareciendo en el horizonte.
- Entiendes que digo?
- Sí,sí- se apresuró Él.
- No entiendes nada.-
Y se dejó caer en la arena gruesa con la cara descubierta y la boca apretada, como el pecho.
Hacía mucho que entenderse, incluso escucharse requería un esfuerzo sobrehumano.
...
( continuará)
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