miércoles, 15 de junio de 2016

De cómo vivir de espaldas a los estereotipos o morir en el intento

Nunca olvidaré la frase de un amigo, bueno quizás debiera desterrarlo de ese puesto, cuando le comenté emocionada que me venía a vivir a Europa, en especial a Suiza. Su reacción pude haberla esperado, por ejemplo, de cualquiera de los funcionarios de las embajadas. Típicos perros sabuesos que pecan de exceso de suspicacia hasta caer en el irrespeto. O de nuestros tristemente célebres policias que tienen en su cabeza, y no por disposición gremial, la fotografía de la puta perfecta, jinetera, luchadora ( en cualquiera de sus asepciones para los parlantes hispánicos).
¿Te has casado? preguntó.
Sí!, respondí no podiendo contener las ganas de llenarlo de detalles de mi maravilloso descubrimiento en el orden personal.
¿Te has casado para venir a vivir a Europa?, continuó él.
Y mi silencio debió durar hasta hoy.

Fue entonces cuando descubrí que allá fuera de mi universo, ahora enriquecido con una nueva y maravillosa persona, el mundo es cutre y las mentes se resisten a creer en los sentimientos, buscando en todo momento una explicación prejuciada para lo que sale de la "norma" o para lo que se alista en la "generalidad" de un fenómeno.
No es la primera vez que me he enfrentado a este sentimiento. Pero quizás antes, desposeida de las convicciones que hoy me acompañan, lloraba por los rincones, buscaba respuestas en mi madre, encontraba el consuelo y volvía a armarme de valor, o caía rendida ante la imposibilidad de acallar esas voces.
Lo bueno es que mi "amigo", sin saberlo, terminó por inyectarme las ganas que me faltaban para armar mi maleta, poner pausa a mi carrera en la isla y terminar de vencer los obstáculos burocráticos para reunirme en el aeropuerto de Zurich, con la persona que había escogido para pasar los próximos años de mi vida.
Llena de inseguridades que hasta hoy cargo, embarqué en Esta travesia, teniendo solo como certeza de creer por primera vez en un sentimiento, al que pueden ponerle el nombre que quieran, pero que me cambió y cambia la vida cada minuto desde los últimos dos años.
Ese comentario logró que creyera con mucha más fuerza en mis instintos y desafiara de una vez y para siempre éste y otros estigmas.
Quizás para él y para muchos, siempre estaré en la lista de las "que se casan con un yuma para salir de la país".
Que más da!

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