martes, 5 de mayo de 2015

Unos segundos que hacen la diferencia... qué estrés!


Reloj Cucú más grande del mundo,
 Eble Uhren-Park, Alemania
Hoy es un día de esos en los que deseas quedarte en casa con el cuerpo medio indispuesto para la lucha cotidiana. Hoy es un día de esos en los que te levantas apenas, te arreglas y sales pero tu cuerpo grita que te recuestes. Y tú, no debes escucharlo.
Y sales con pocas ganas y pocos minutos para alcanzar el bus. Pero como los relojes suizos, la naturaleza y las líneas del bus tienen más caracter que tú, no alcanzas la ruta y a las 7:51 pasa ante ti diciéndote adiós.
Y tú, detenida en medio de la calle viendo como la guagua se aleja. Sin correr, sin gritar, sólo abrumada por la milimétrica puntualidad de todo y con la certeza de que hoy no era el día.
Quedas en medio de la calle, con el cuerpo sudando una ligera febrícola y desde las montañas, como si no fuera sufiente, unas fuertes ráfagas de viento te estrujaban y te jalan.
Y tu allí sin correr, sin remordimientos dices: "Si no es hoy, será mañana."
Un pensamiento normal para los nacidos en Cuba pero ilógico para los que habitan esta parte eficiente de la vieja europa. Y es que ser impuntual nos lo enseñaron desde pequeños. No estaba en los libros de textos de la escuela pero ni falta que hacía. Hay cosas que se aprenden muy fácil. Sobre todo las que se intuyen. Funcionamos como funciona el sistema.
Y cuando llegas a un lugar como éste, con la mejor tradición alemana, suiza y austríaca, entonces te das cuenta que habrías llegado tarde hasta tu propio entierro y que ante estas nuevas miradas eres un caos perdido en medio de éso que llaman tiempo.
Pero hasta que la guagua o el tren no te dejan, hasta entonces, no piensas que es grave. Incluso cuando ésto sucede, no le das demasiada importancia.
Ahí, dicen por aquí, "sabemos que es crónica tu enfermedad."
Y yo les explico que no estoy enferma. Les hago un poco de historia, les atormento con ejemplos peores. Y ellos me miran asustados. Parece que mientras más hablo más cerca estoy de terapia intensiva.
Les digo que no sólo soy yo, que es una cuestión cultural. Hecho mano a los conceptos de idiosincracia y tradición. Ahora si abren los ojos y comienzan a sudar mis interlocutores. Ya los creo ver tejiendo un proyecto de ayuda y solidaridad con el pueblo cubano para ayudarle a erradicar ése mal de raíz.
Y yo trato de sonreir y bromear. Ellos están muy serios, muy preocupados.
Yo me siento ahora culpable. Trato de suavizar la situación. Pero ya no hay vuelta atrás. Estamos en la negra lista de los impuntuales, que es como decir de los terroristas del tiempo y la eficiencia.
No pueden ni siquiera imaginar que su programa del mes, que sus horarios y los de las instituciones  y personas que le rodean lleguen a quebrarse y deban entonces echar mano a la capacidad de reorientar su vida en sólo unos segundos.
Éso, les digo, los cubanos lo sabemos hacer de manera inconsciente.
Aún así. Ellos ya no pueden regresar del estrés causado por mis ejemplos. Así que recojo mis argumentos y me retiro "a tiempo".
Les dejo con sus preocupaciones.
Me voy aún sin entender.
¿Y si no hace tanto daño ir más lento en la vida?
Recuerdo cuando estaba en la calle esta mañana.
Regreso al punto cero.
Y no me siento mal. No tengo remordimientos, ni estrés. Respiro. Y sigo adelante con este nuevo día, de actividades inesperadas, sin programar, sin horarios.



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